¡Llegamos al nuevo país!
La primera expresión escuchada en otra lengua fue:
“Bem-vindos! Vocês estão salvos!”
Colaboración
Maestría en Lingüística Wenderson Phelipe da Silva Santana
Soy Daniel, un ángel de nombre. Soy el ángel que auxilia a obtener la misericordia de Dios. Fue lo que yo hice cuando mi mamá recibió el diagnóstico de cáncer. Ese día fue un día de tormenta con el sol brillando. En el sitio donde nosotros vivíamos no había condiciones para tratar su enfermedad. Tuve que dejar todo y viajar para buscar una solución. Mi mamá luchó bravamente, pero desafortunadamente ella se marchó tan temprano. El cielo se ha abierto para recibirla a ella. El cielo ha roto su capa en un vacío profundo. Mi corazón se quedó a los trozos. Desperté de un sueño terrible, pero continúo en él.
El país en un acto paradójico se quedó roto. Con muchas riquezas, pero destruido. Las dificultades aparecieron. No había más como quedar remando contra la marea que no se lograba éxito. La forma era intentar despertar del sueño, pues nadie espera que tu país vaya a la quiebra. Debemos encontrar un nuevo sueño de vida que sea mejor. ¿Chile? ¿Colombia? ¿Perú? Tal vez pudiera ser la elección correcta ya que había una facilidad por el idioma. ¡No! Mi sueño seguirá en el camino de la Lengua Portuguesa, un desafío mayor.
Muchos días andamos, noches mal dormidas en el bosque, enfrentamos los obstáculos temporales y humanos para vislumbrar una nueva posibilidad. Dormimos yo y una amiga querida llamada Betsimel en la frontera. La voz ya además no salía porque el cansancio era mayor que el alma, mayor que el sueño, la esperanza era lo único que quedaba en la mirada. Traíamos algunos objetos personales, pero los dejamos, pues no había más fuerzas para llevarlos. Volver no era más posible, por la distancia y el momento que el país estaba pasando. Un país donde había solo desespero y hambre.
¡Llegamos al nuevo país! La primera expresión escuchada en otra lengua fue: “Bem-vindos! Vocês estão salvos!”. Eso representaba un gran alivio, pero el desafío empezaba allí. ¡Sobrevivir! ¿Cómo?
He dormido muchas noches en una habitación junto con muchas personas en la ciudad de Boa Vista. Era lo que tenía para el momento. Necesitaba hacer alguna cosa para el sustentenimiento. Mi mente me dijo: “Yo sé que soy Ingeniero Electricista, pero lo que me ofrezcan para hacer yo lo haré. Era tiempo de carnaval, por cierto, la única cosa que sabía de Brasil. ¡Que hermosísima fiesta! Había conocido una amiga muy especial para mi llamada Rosa Angélica. Juntos vendíamos los dulces que hacía mi amiga venezolana Betsimel. Muchas vezes salíamos por la calle los tres a vender. Nosotros éramos inseparables: Betsimel, Rosa y yo. En un día cualquiera, salimos a vender bombas, en portugués se llama sueño. El sueño que soñé. El sueño que yo vendo. El sueño de mi vida mejor. Carnaval seguía como fiesta glamorosa. Por un rato, me quedé con una bandeja llena de bombas, en frente a una gran televisión, pues me encanté con la belleza de la fiesta brasilera. Era imposible no quedarse mirando. De pronto, observo un hombre que venía en mi dirección, era un gigante, pues no se veía un hombre normal. Dijo de manera nerviosa unas palabras que por ser en portugués no entendí nada. ¡Para mi estaba todo bien! “!Sal de allí venezolano hijo de puta! Aquí no es lugar de vender esas porquerías, sal de allí ”. No entendí nada por eso me quedé allí. En aquel momento, un policial me llamó, haciendo una señal de que le gustaría hablar conmigo. ¿Tú entendiste lo que él te dijo? Él te dijo que debes vender tus bombas en otro sitio. El policial me miró con lástima e me dijo: dame todos los dulces que los voy a comprar. Y aún me dijo: puedes quedarte con el cambio. Mi corazón no resistió de emoción. Te lo juro que una lágrima ha venido de mis ojos.
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Yo soy Laercio y estoy escribiendo a través de un distanciamiento que hago por medio de las palabras que nacen de mi corazón. Soy el autor-mensajero. Corazón de hermano. Distanciamiento de empatía. Es imposible no verter las lágrimas de los ojos. Sangrar el corazón y el alma. Para escribir uso una técnica literaria que se llama “life writing” (escrita de vida), que viene del inglés, pero mis dedos escriben lo que mi alma dicta en portugués un esbozo pasado triste. Lo bueno sería imaginar que eso no pasa de una ficción, pero verosímil. Muchas veces, me quedo a pensar y me parece oír en español las palabras contadas por Daniel. Escrita de vida. Vidas de sufrimiento. Vidas señaladas por sueños destruidos y reconstruidos. Life Writing, escritas de vidas que buscan representar muchas otras, muchos Danieles, muchas Rosas. Vidas que se cruzan. ¿Cómo recibimos las personas en nuestras vidas? ¿Cómo percibir vidas que se cruzan con la nuestra? ¿Por qué hay divisiones territoriales? ¿Por qué la sociedad es así? ¿Quién detiene el poder para decir al otro ser humano que en este espacio él no puede convivir? Con la finalidad de ablandar esas difíciles preguntas escribo sobre Daniel, que representa muchas historias de vidas, que están en el cuerpo, en el corazón, en el sufrimiento, en la discriminación sufrida, en el alma de muchos otros y que, muchas veces, nadie percibe los sonidos que hacen eco en el alma sufrida. Yo he intentado percibir los sonidos a través del corazón.
Encarno de nuevo a Daniel. Mi voz de escritor asume la empatía…
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Muchas dificultades enfrenté en Boa Vista. Siempre pasaba por un supermercado vendiendo sueños. Yo he hecho una amistad verdadera con Rosa Angélica y Betsimel, salíamos a vender sueños juntos. El novio de Betsimel siempre me decía que buscara empleo en el supermercado donde él trabajaba. Entonces me ofrecí para trabajar, fue cunado Cristian Fernandes, dueño del supermercado me posibilitó la oportunidad para trabajar.
¿Cuándo rompemos una ala quién podrá ayudarnos? Sin duda, un ángel como Marília Azevedo. Que cuando me quedé enfermo de los pulmones fue ella que me irguió con sus dos alas y me llevó hasta hospital. Me cuidó de mí como a un hijo. Me quedé ingresado en el hospital por casi 30 días. Mi diagnostico era complicado, pues había líquido en uno de los pulmones. Marília era esposa de Cristian.
Yo soy ángel, pero necesito decir que he conocido los primeros ángeles brasileros en la ciudad de Boa Vista. Yo estaba haciendo un curso de portugués y un día la profesora me invitó para participar de una integración de las culturas venezolanas y brasileras en una plaza. Ese evento tenía el objetivo de recibir donativos para después distribuir a las personas que estaban necesitando. Entonces yo fui. En uno de los momentos en la plaza se adentró a mi vida un rayo de luz. Observé que las puertas del universo se habían abierto Escuché la música que me tomó por entero. Era salsa. Mi cuerpo se movía sin parar. Mi cuerpo bailaba, bailaba. Yo fui tomado por la música. En ese exacto momento, mis ojos miraran en la dirección de dos muchachas lindas. Me acerqué y pregunté si una de ellas no era la miss Venezuela. Era una muchacha encantadora. Una de ellas me dijo que se llamaba Jô Oliveira, brasilera y la otra era Tati y que no imaginaba quién era la miss Venezuela. Ella era Jô y tenía su apellido de ángel. Un ángel que entró en mi vida. Por su esfuerzo arreglé todos mis documentos. Ella fue mi ángel. Ángeles, muchas veces, no tienen alas, pero tienen un corazón enorme. No bastó todo lo que ella me había dado ella fue hacia Cristian y le dijo que me aceptó para trabajar en el supermercado. Le dijo a Cristian que yo podría hacer lo que él me mandara, pues me hacía falta el trabajo. Le dijo que yo sabía limpiar muy bien el piso. Yo he aprendido mucho en ese empleo. Me quedé allí un año y pico. Incluso en ese sitio, viví una experiencia terrible de un robo.
Me di cuenta que los ángeles estaban por todos los espacios. Parecía que mi vida se acercó de una legión de ángeles. Ángeles que me tomaron por la mano y me enseñaron a volar. Jhom y María fueran algunos de esos ángeles venezolanos. Nunca tuvieron un trabajo formal. Vivían en Boa Vista. Sobrevivían. Vendían helados y brigadeiro (dulce hecho con chocolate), pero la vida estaba muy difícil. Y en un día me dijeron: nosotros necesitamos marchar para otro sitio mejor. Me quedé un poco preocupado,¿ pues para dónde irían? Jhom me dijo que no sabía, pero allí no quedarían más. Mira Daniel, La ONU y la iglesia están escribiendo los nombres para ayudar a los venezolanos a ir más adentro de Brasil. Es para dónde hay vacante. Puede ser para São Paulo, puede ser para Bahia, Mato Grosso, pode ser para cualquier otra provincia del Brasil. Hay una cosa más, Daniel. Nosotros nos marchamos el 06 de noviembre para la provincia de Rio Grande del Sur. Una ciudad llamada Carazinho. La despedida fue difícil. Mi corazón lloraba apretado. Los ojos llenos de lágrimas. Pues los mis mejores amigos, mis ángeles se marcharon.
El tiempo pasó Jhom y María fueron los pioneros a descubrir un mundo diferente en el Sur de Brasil. Inclusive tuvieron una bebé. La primera Caraziñense, brasilera. Ellos siempre insistían para que yo viniera a la ciudad de Carazinho. En este espacio de tiempo, Cristian Fernandes vendió el supermercado y otras personas asumirán, que se revelarán como exploradores de trabajadores. Fue ahí que me decidí cambiar y arriesgar. Cuando yo pensaba en eso, empezaba a llorar, pues sabía que la distancia de mis parientes, de mi país quedaba más lejos.
El día de decir adiós a Boa Vista llegó. Primera parada del avión fue en Pará. En este lugar estaban muchos venezolanos que tenían en su mirada solo la esperanza de un futuro mejor. La alegría era grande, pero mucha nostalgia por dejar muchos hermanos luchando en aquella tierra de mi Dios. El avión se despega de nuevo. En este momento llegó la desesperación. Las nubes que pasaban por el ala del avión, eran similares a los recuerdos de mis experiencias de vida. Los parientes que más lejos se quedaban en Venezuela. Yo solo lloraba. Volamos por 3 horas y llegamos a Brasilia, capital de Brasil. Los asistentes de vuelo de avión fueron amables por demás. Hicieran un banquete para recibirnos. No necesitaba comprar ni si quiera el agua. En el viaje me quedé un poco malo porque el avión no era comercial y sí de la compañía aérea del gobierno brasilero. El piloto hacía unas maniobras muy bruscas.
Brasília hacia Porto Alegre. Cuanto más la distancia aumentaba mi corazón extrañaba y tenía un dolor que dolía, pues sabía que para volver era más difícil. En aquel tiempo mis lágrimas hacían un mar, mi corazón dolía cada vez más, sabiendo que mis parientes se quedaron en Venezuela. Yo estaba solo. En la llegada en Porto Alegre el piloto del avión dijo a todos: ¡Bienvenidos a la provincia de Brasil que hace el mejor churrasco del mundo! Muchos periodistas estaban allí para documentar el momento. Un cura habló, pero no entendí nada. Pusieron las mujeres y niños en una buseta y los hombres en la otra. En el día siguiente marcharíamos para donde iba a ser mi nuevo hogar, ciudad de Carazinho.
Así llegué a mi nueva ciudad. Al llegar mi amigo Jhom llamó por teléfono al Periódico Diário da Manhã que ha hecho una entrevista conmigo. La primera vista fue la mejor. Yo tenía una impresión mala de los brasileros, pues en Roraima muchas personas discriminaban. Aquí en Carazinho las personas son muy cariñosas. Agradezco a mis amigos Jhom y María que salieron de Roraima primero, haciendo el camino y gracias a ellos yo estoy aquí en esta ciudad. Llegando en la ciudad las personas se acercaron a mí, más dos ángeles Lorena y Sandra he conocido Pues escucharon en la radio y de pronto arreglaron mantas, alimentos y una casa para alquilar. Ellas siempre están alrededor para ayudar. Son como madres. El abordaje es muy diferente y permite que nos sintamos bienvenidos: “¿Tú eres venezolano? ¿Qué bueno? ¡Tu lengua es muy linda! Fuimos a una fiesta gaucha. “¿Tú eres extranjero? ¡Qué bueno! ¡Eres bienvenido!” Lo respecto aún continua.
Y yo soy Daniel Vargas. Soy venezolano. Soy ingeniero Electricista. Trabajo en una ciudad llamada Não-Me-Toque, en la empresa Stara. Soy un ángel que ha encontrado muchos otros ángeles. Hice lo mismo con los otros venezolanos que llegan y necesitan de ayuda. Soy ángel, pero muchas veces nuestras alas se quedan rotas y necesitamos de otros ángeles que nos ayuden a volar. Yo soy Laercio. Soy brasilero. Soy profesor. No soy ángel de nombre, pero ya fui ángel para alguien. Ya tuve mi alas sin fuerzas para volar, fue por eso que he recibido muchos impulsos en mi vida de otros ángeles. En este texto, he prestado mis alas, mi inteligencia, mi mente para organizar la historia del ángel llamado Daniel. Me gustaría que esta historia fuera solo una ficción inventada por mi capacidad lingüística y literaria. ¡Qué lástima! ¡No lo es! Vidas que se cruzan. ¿Cómo recibimos las personas en nuestras vidas? ¿Cómo percibir cuando vidas se cruzan? La mía se cruzó con a la de Daniel. Muchas personas pasan por nuestras vidas y no dejan nada. Otras pasan por nuestras vidas y dejan lecciones de vida, que sirven para hacernos más fuertes.